Biografía
El padre de Arturo Ambrogi fue el general Constantino Ambrogi, de origen italiano, y su madre era la salvadoreña Lucrecia Acosta, tía del poeta Vicente Acosta.1 Estudió en el Liceo Salvadoreño y comenzó a publicar sus trabajos literarios desde el año 1890, cuando todavía era un adolescente. Ya en el año siguiente se desempeñaba como agente del semanario cubano La Habana elegante, y como colaborador de la revista salvadoreña La pluma, que le mereció elogios por parte de Francisco Gavidia y Rubén Darío, de quien se dice era su ídolo en la adolescencia.2 Dichos textos aparecieron en la Revista Azul del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera. Otros trabajos de su autoría se publicaron en La revista ilustrada de Nueva York, uno de cuyos editores eraRomán Mayorga Rivas.
Como redactor y periodista, colaboró en los rotativos salvadoreños El fígaro, La semana literaria, Diario del Salvador y El amigo del pueblo, entre otros; así como en los chilenos La ley y El Heraldo. Además, viajó por Sudamérica, Europa y el Extremo Oriente, y logró conocer a personalidades como Leopoldo Lugones, Enrique Gómez Carrillo, José Ingenieros, y Paul Groussac.1 En El Salvador fungió en los cargos de director de la Biblioteca Nacional, colaborador del Ministerio de Relaciones Exteriores, y censor de prensa durante el régimen de Maximiliano Hernández Martínez. También fue miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
Obra
Ambrogi es considerado el primer escritor cosmopolita de El Salvador. También fue el primero que combinó las facetas de periodista y escritor en el país, como lo harían Alberto Masferrer, Pedro Geoffroy Rivas y José María Peralta Lagos, entre otros. Como cronista, fue de los mejores en su tiempo,5 y su estilo es calificado como riguroso, preciso y elegante; aparte que recurría a la ironía en ocasiones, y se distinguía como un buen retratista de personalidades.
Para Max Henríquez Ureña, el salvadoreño fue el «Benjamín del modernismo», no solo de El Salvador, sino de toda América, mientras que el mismo Darío le llamó Enfant terrible. Sin embargo, igualmente destacan sus relatos costumbristas, que captan la vida campesina y pueblerina de antaño. Uno de ellos, El libro del trópico, cautivó a Salvador Salazar Arrué hasta el punto de definir su futuro artístico.
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